Espacios que cobran vida dentro de un imaginario gigante. Una historia peculiar que hacen repensar acerca del carácter mismo del territorio imaginado, del imaginario y de la ficcional secuencia de los sucesos.
Una noche, en uno de los sectores residenciales más poblado, de esta ciudad, me encontraba esperando un bus. Aquel día la cantidad de bicicletas y pequeños vehículos motorizados que rondaban la ciudad era poco usual. Durante un buen rato me quedé frente a uno de los colegios femeninos más famosos del país y el panorama era divertido. Las bicicletas pasaban dando atisbo de libertad y movimiento, mientras que los carros que transitaban generaban la ansiedad y desespero de la demora. El bus no llegaba.
El espacio que habité durante 40 minutos fue recorrido por muchos otros paseantes que nunca se asomaron a ver qué me encontraba haciendo, quizás simplemente lo supieron y no importé. Uno más en la ciudad. Cada vez que sacaba mi celular para dialogar con la persona que me iba a encontrar o simplemente darle fuego a las ansias al mirar la hora, daba miradas a la calle, a los transeúntes, que debido a las altas horas de la noche parecían fantasmas deseosos de revivir en el confort.
Siempre transité este espacio de la ciudad de forma muy segura, incluso en altas horas de la noche sentía que la sensación de estar en un lugar confortable, en cuanto al contacto humano, era loable. Sin embargo, su arquitectura siempre me molestó. La ciudad imaginaria, las pequeñas cárceles que cada uno adorna una encima de otra, decoradas con ladrillos alrededor y con miles de pequeños tubos metálicos circundandolas para salvar territorios. El miedo consumió hace meses aaquellos que vivian en esos lugares. Con palos y piedras el confort y su imaginarios fueron puestos a prueba. Pero sólo fue una noche, en las demás todo debe funcionar según el plan. Todos caminan despacio o corren por llegar al espacio que les fue otorgado de manera casi que rifada.
Precisamente salía de aquellos edificios inteligentes, con huellas registradas y que parecen ser entradas de masas sin pensamiento donde el calor se desvanece y el cloro deshace las huellas no deseadas. Fue esperando el bus para salir de aquella urbe cosmopolita inventada dentro del imaginario de los que allí sueñan, dentro del ensueño de los que pasan sus horas de descanso en aquel espacio. En ese lugar oscuro, solitario, habitado por una hora por mi, que llegaron los dueños del territorio.
Luego del suceso, al comentarlo me aclararon que ello, más que ser una verdadera forma de territorialización es un mecanismo de atraco.
Tres hombres de aproximadamente 20 años se acercaron al sujeto en cuestión. Comenta él que lo primero que le dijeron fue: "Buenas noches, mi nombre es... y esté tranquilo, no lo vamos a robar", acto seguido el susodicho cuyo nombre no impera en el registro por cuestión de investigación, le comentó que ellos tres habían sido enviados a aquella zona a inspeccionar el acción del sujeto en cuestión. "Nos mandaron a ver qué estaba haciendo usted porque se ve muy sospechoso, nosotros somos de la Olla de aquí arriba y no nos vamos a poner a robarlo porque igual controlamos el territorio" prosiguió el primer sujeto. Luego, se incorpora el sujeto que se encontraba sentado al lado del Sujeto en Cuestión "Está expendiendo?", el SujenCuestión responde que no, que no se encuentra en esas labores. Seguido a esto el primer expendedor le conmunica que desea ver qué lleva en la maleta, que por fa vor le muestre. Sujestión le muestra los libros que lleva dentro de su morral y luego se reincorporan los demás demostrando que no tienen interés en él. Después, el primer expendedor que se encuentra de pie le pide que le muestre su celular. Las fotos, el Sutión le demuestra las imagenes y ellos no ven nada de su interés, es así que deciden irse, pero sin que antes el otro hombre que allí se encuentra y no mencionado anteriormente le pide mil pesos y deciden irse.
El ensueño se acaba, termina la cospomolita ciudad en ruinas, el ideal del bien o del mal se ve entrecruzado por un imaginarios casi que apocalíptico donde la tergiversación de los papeles enunciados quedan enmarcados dentro de una caricatura, el espacio se vuelve consciente y la realidad ficcionada se torna más cercana a una simple descripción meramente informativa. Deja de ser un relato para convertirse, sin sentido alguno, en una cuestión imaginativa, en una imago del recuerdo, en un inconsistente, en un inconsciente.
Al salir del espacio retratado se retorna al ensueño. Los papeles siguen siendo los mismos y la caricatura vuelve a andar en medio de la ficción.