La idea de performatividad ha proveído las bases para la proposición y consolidación del concepto homónimo. En principio inspirados por la práctica teatral y la teoría fenomenológica (Butler reconoce en el sentido colectivo del performance un giro respecto “al enfoque más restringido de los actos constitutivos en el discurso fenomenológico” [1998:306]), algunos teóricos en los ochenta extrapolaron el performance –como concepto– al análisis reflexivo de los procesos sociales y la experiencia del cuerpo. De este modo, se afianza hacia finales de los noventa lo performativo en los marcos teóricos privilegiados por la academia crítica. Victor Turner y Judith Butler son nombres destacados en los estudios de la performatividad, el primero gracias a sus “estudios sobre el teatro social ritual” (Butler, 1998:307) y la referencia a ellos que, en su propuesta concreta de lo performativo en el género, hace la segunda. Cliford Geertz, por su parte, trabaja con la categoría “estado-teatro” y propone un rastreo histórico dialéctico para el uso de concepto (íbid). En medio de estas discusiones se consolida una línea teórica de reflexión sobre lo social que hasta entonces ha contado con cierta popularidad y potencialidad entre los académicos.
Durante su afianzamiento posterior, lo performativo como concepto parece haberse alejado sutilmente del teatro, perdiéndose entre reflexiones densas que buscan atrapar algo de la inefabilidad que caracteriza nuestra experiencia vinculada del Ser. La realidad del mundo que se pretende explicar desde lo performativo ha generado una distancia entre el concepto y su aspecto teatral, dotándole de una facticidad y seriedad claramente diferenciadas de lo dramatúrgico. Consideramos, sin embargo, que una de las mayores potencialidades de lo performativo como concepto tiene que ver con ese aspecto que lo vincula a ejercicio teatral –reconocido como ficcional–, en tanto la metáfora no se refiere únicamente a la encarnación repetida de actos sino que sugiere, adicionalmente, un cuestionamiento a la facticidad universalista producida mediante esos actos repetidos. En la idea de que nuestra identidad se constituye a partir de “la repetición estilizada de actos”, hay implícita la noción de una realidad siempre construida y nunca dada.
Con base en estos puntos, nos preguntamos por las posibilidades metodológicas que ofrece nuestra disciplina para darle materialidad a ese carácter teatral de lo performativo. Emprendimos la búsqueda de estrategias de reflexión antropológica que, más que alejarse de lo teatral del performance, le aprehenda y emplee como insumo de trabajo. En medio de esta iniciativa surgió el formato de guion teatral a modo de alternativa interesante: se trata de una aproximación a un formato alternativo de redacción con la intención de producir e imprimir sentidos más allá de las convenciones que ofrece la escritura académica. Con un énfasis en el aspecto corporal que involucran las anotaciones con las que cuentan los guiones teatrales (las instrucciones explícitas o aclaraciones contextuales que ayudan a quien actúa), consideramos metodológicamente atractivo un juego reflexivo en el espacio (literario) que proveen.
Por ello, aún sin claridad respecto a las orientaciones o formas que adquirirá esta iniciativa, les exhorto a que exploremos juntos y anotemos acá lo que vaya surgiendo.