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Daniel Bernal

De bolsillo


Quisiera empezar con algo atractivo, algo tan espectacular que al leerse todos queden asombrados, que fuese la verdad absoluta, que cualquier persona quede pasmada por aquellas palabras.

Está haciendo frío.

Sí, lo sé, le repito que el clima no tiene sentido, ahora pienso que cada cosa pertenece a un lugar, ahora parados en este espacio temporal aislado nos pone a dudar si en verdad el reloj se mueve. Miro las manecillas moverse hacia atrás y ella mira el suyo.

- Las mías van hacía adelante, creo que debemos movernos.

Siento que el tiempo va para aquellos momentos donde todo estaba en su lugar, a donde pertenece, miro a las personas mirando aquellas fotografías que les recuerda su pasado y a los otros corriendo en el afán de ir hacia el futuro. Vuelvo la mirada a ese rostro que queda plasmado en el tiempo y como si no pudiera quitarle la mirada de encima desaparece, su figura, como mi imaginación vuelve a su sitio.

Me paro del andén frío, observo la plaza Santander y veo que los edificios allí ubicados están claramente con algún propósito ubicados. Todos se reflejan entre sí.

-Pero como se va a reflejar el Banco si la Iglesia no tiene ventanales, alguien dice por allí. Entro en pánico y siento que lo que pienso lo oyen los demás.

Camino con ansias de saber en dónde estoy, he bajado un par de calles y la plaza de Bolívar se ve cada vez más cerca. Veo soldados corriendo y algunos tanques pasar por encima mío. Me detengo a preguntar por la algarabía y al acercare a alguien me mira con recelo, aprieta su cartera contra sí misma y sale corriendo. Algo pasó, no me he dado cuenta qué.

Siento la necesidad de correr en dirección contraria a la gente, de irme con los dos tanques que entran a la plaza y los soldados que se atrincheran en las calles pavimentadas y en las esquinas de un edificio en llamas. Miro a uno de estos jóvenes soldados, su convicción de morir está intacta. Me uno a su trinchera y veo que pasan arrastrando a un par de civiles, al parecer a mi no me han visto, le toco el hombro y me dice que tenemos que entrar que todo está por... ¡PUM! un sonido seco estalla y me quedo tendido.

-Levántese joven, por favor este no es sitio para tirarse a descansar, lo va a coger el trolebus.

- Gracias.

Miro la hora en la catedral y el horario está en el IIII, miro mi reloj y está detenido. Veo a un par de fotógrafos tomando desprevenidas a las personas que por allí pasan. Todos con afán de tomar la salida más rápida del centro, los trajes vuelven a estar de moda, algunos sombreros me sorprenden, parece que Gardel hubiese muerto ayer.

-Hombre que Gardel se mató fue en el 35, no en el 36, en Medellín, saliendo no entrando.

Salgo corriendo, y oigo a uno de los fotógrafos que pide reclamen la foto media cuadra abajo, que allá pagan. Lamentaría haber dañado alguna toma. Un perro pasa y me tropiezo por intentar esquivarlo.

Al levantarme oigo un disparo, una Voz que se calla y un pueblo que parece un niño abriendo su regalo favorito en navidad, nadie sabe que hacer y todos corren, siento que no pertenezco más a este lugar. Decido que es hora de mover este reloj, que ya no hay nada que hacer en este círculo y que volver a mi lugar debe ser estruendoso. Me subo al tranvía y no tengo idea de como pagar, nadie me ve ni me pone cuidado todos se bajan y se detiene la prisa y el miedo me hace subir y veo a una joven de aproximadamente mi edad que sube por la actual carrera trece y le dice a su compañera que todo está allá, que todo se le quedó allá, me mira y al cruzar miradas siento un pequeño escalofrío.

-¿Qué horas son?

- No sé ¿Qué le pasó a tu reloj?

- Está como loco está andando el doble de rápido, estás sudando.

- Bueno vamonos, sí, ya estoy caliente.


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